Royal Grey Suite, 2010, Acrílico sobre tela, 180cm de diámetro
Texto publicado en el número 78: La llum de l'evolució. Aplicacions biotecnològiques de la teoria evolutiva de la revista Mètode. Revista de Difusió de la Investigació, UV, Verano 2013.
Apelar al lamento de Morin: la vida sin vida.
« L’inclusion du vivant dans l’humain et de l’humain dans le
vivant nous permet de concevoir la notion de vie dans sa plénitude »
Edgar Morin, La méthode. La vie
de la vie.
El
permanente lamento de pensadores, investigadores, activistas y artistas se
convierte en letanía de duelo por la pérdida de la vida. La vida se ha
desvanecido de las agendas en las prácticas y políticas de investigación
científica. Los estudios se cubren de “excelencias”, sofisticación tecnológica
y depurada profilaxis de lo humano, olvidando por completo que el objeto y
sujeto de estudio es él mismo. El abuso del empleo del microscopio parece
conllevar una cierta miopía, mientras que la del estereoscopio una latente
hipermetropía. Sin llegar a la ceguera, ambas pueden elucidar el mal de la
ciencia, la destrucción total de la visión periférica en los asuntos de las
intercomunicaciones de las ciencias. La visión microscópica invita a la
convivencia con un mundo de objetos helicoidales, mientras que la telescópica
atrae una nebulosa de energía luminosa. Entre objetos de belleza infinita la
ciencia pierde lo decisivo: la vida.
Los
pensadores que lamentan la pérdida de la vida anhelan que en su queja también se
halle un catalizador de dimensiones múltiples que abra la investigación a lo
vivo. Y por lo tanto, se trate de rozar una ciencia que esté en continuo
progreso y cambio hacia lo humano. Esta pérdida irreparable de lo vivo como
objeto de estudio y centro de acción es la máxima preocupación en el trabajo de
Tania Blanco. Así, l’enjeux en su obra
es el retorno de la vida a través de una ciencia integrada en lo humano, en lo
cultural, en lo vivo. Una ciencia ecológica o mejor dicho una eco-ciencia. O sea, un sistema ecológico
que conforme el terreno de lo vivo, el
ecúmene humano, es decir, el "mundo
potencialmente habitable” entre lo micro y lo macro, entre lo cultural y lo
natural, entre lo animal, vegetal, mineral y humano, entre la ciencia y la
crítica. Por
consiguiente, la eco-ciencia que nos inspira
Blanco aporta la visión de una toma de conciencia renovada. Una ciencia con conciencia -vuelve a resonar los ecos de la
voz de Edgar Morin.
La
ciencia consciente que reclama Tania Blanco pretende inclinarse hacia un autosostenimiento
y autoconocimiento de lo vivo. En sus pinturas se recobra el grito de alarma y
el aliento de renovación. Lo vivo hoy día, como explora su trabajo, parece
sujeto al ámbito de los estudios biomédicos. Y es así como la vida se nos
presenta en una constante amenaza, pero también como una permanente promesa de
salvación sita en un laboratorio. Nos rendimos a la narración de la ciencia. Las
narrativas épicas ya no poseen como protagonistas a héroes griegos que luchan contra seres monstruosos, sino que
ahora las batallas se lidian entre agentes microbiológicos cuya afrenta siempre
conlleva un destino fatal para el ser humano. La ciencia se convierte en la
experticia práctica de esta amenaza y de esta promesa. No obstante, las
esperanzas y temores yacientes en la tecnología biomédica no parece alejarnos
de una inquietud por nuestro futuro.
Pearl Nurse, 2010, Acrílico sobre tela, 180cm de diámetro
La
tecnociencia engendrada en las necesidades del hombre y del mercado parece
acercarse al cambio y, sin embargo, es un ardid que hace más fuerte el
agotamiento de lo vivo. La crítica al abandono de una práctica humanizadora es
uno de los puntales de las obras de nuestra artista. De hecho, las figuras
humanas que aparecen en la obra de Tania Blanco devienen lugar y herramienta
para la figuración de la tecnociencia, los estudios de laboratorios genetistas,
la mercantilización de las empresas farmacéuticas, la propiedad de los terrenos
tanto telúricos como corporales, así como los miedos e ilusiones individuales y
colectivos. Las preocupaciones de Blanco coinciden con las de Donna Haraway o
Judy Wajcman, o la obra de Lynn Randolph sobre el Oncoratón®,
primer animal patentado por la Universidad de Harvard para estudiar el cáncer
de mama. De ahí que “[c]ualquier ser interesante dentro de la tecnociencia
–como un libro de texto, una molécula, una ecuación, un ratón, una pipeta, una
bomba, un hongo, una persona técnica, agitadora o científica- puede, y a veces
debería, ser abiertamente desmenuzado para mostrar los pegajosos hilos
económicos, técnicos, políticos, orgánicos, históricos, míticos y textuales con
que crean sus tejidos”[1]. Y
así lo demuestran sus pinturas en lo que podría ser un grupo de analistas
clonados, una técnico de laboratorio, unas células epiteliales ficticias o la
mujer que es inoculada por un colibrí producto de la tecnociencia. Con una
mente crítica, un espíritu eco y una
ciencia en acción, Tania Blanco disecciona el complejo entramado de la ciencia
en sus estudios, sus prácticas y sus soluciones advirtiéndonos del desarrollo
pernicioso si abandonamos la vida de la vida.
[1] Haraway, Donna J. Testigo-Modesto@.Segundo-Milenio. HombreHembra _Conoce_Oncoraton. Feminismo y tecnociencia. Barcelona, UOC, 2004, p. 88
Cell Maid, 2010,Acrílico sobre tela, 65cm de diámetro
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