Texto con motivo de la exposición de Mavi Escamilla Yo no soy esa para la edición de una caja con 13 postales en color creadas por la artista para la exposición. (tirada de 50)
Mavi Escamilla
Yo no soy esa
07/11/14-19/12/14
Galería Rosa Santos
Scaramouche o la
mascarada fatal.
Johanna Caplliure
Como bien es conocido, el desarrollo artístico es circunstancial y
se ve sometido a una serie de factores externos en los que el monopolio de
opinión, tendencia, tradiciones e intereses hacen que prevalezcan unas formas
sobre otras. Estas inclinaciones ideológicas son las que propagan ciertas ideas
sobre otras nutriendo el arte. En el caso de la pintura occidental europea el
logro se ve perpetuado a través del desnudo femenino y la correspondiente condescendencia
de una mujer representada como Musa del Monte Parnaso, diosas, vírgenes, monjas
y santas o la madre de Dios, damas de la corte, señoras burguesas y mozas
bobas. En todas ellas se observa sus figuras volátiles y airosas, delicadas y
sosas, seductoras veladas, desnudas o acicaladas del mocasín a la peineta,
engalanadas con oropeles que más pesados
eslabones son de una servidumbre no voluntaria. Esta cristalización de ideas,
imágenes y verdades en museos, libros y hogares únicamente nos desvela una
verdad: Yo no soy esa.
Recelosos son los senderos del arte que no son otros que los de
nuestros magnánimos “hombres a pincel”, como atestigua Mavi Escamilla sobre los
pintores clásicos, y en los que el sistema del arte se ve vencido por el mainstream masculino. Aunque también es
cierto que no imagino a Escamilla asumiendo, como emisaria de las políticas de
género, ser la más Gorila de la Guerrilla en el “museo igualitario”. De hecho,
la osadía de Mavi Escamilla es superar todo agravio mediante una máscara
burlona como la de los zanni de la Commedia dell’Arte. Si bien ella se
prende una máscara de lucha mexicana, la mofa a las damas de caballete y a los
“hombres a pincel” es la de una Scaramouche.
Su máscara de la risa es inquietante y carnavalesca: mediante su intervención estocadas
da sobre la representación. Clava el hierro atinando en cada imagen,
trayéndolas a la subversión. La tajante afilada tiende a una escaramuza. Desventuradas
aquellas que nacieron bajo el signo de Venus porque ellas tendrán que hacer de
su rostro una máscara de lucha.
La máscara, al igual que la parodia, acierta a encumbrar las dotes
de la irresponsabilidad al esconder en el anonimato el ataque. No dar la cara,
sino la máscara. Un rostro más que muda en el fingir siniestro.
“Trágico,
a fuer de ser grotesco,
Sale
Pierrot haciendo zumba.
En
su rostro carnavalesco
Hay
una mueca de ultratumba”.[1]
En el juego del rostro escondido de
Escamilla se camufla el ansia de la boba dama. La dama boba que a ratos viste la máscara haciendo de ella la
quiebra. Toda ella se esconde en una estrategia de simulaciones donde se
descubre a sí misma sin disfraz en la mascarada fatal.
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