Faire corps avec des
corps, à contre-corps, faire corps avec des objets. Faire corps et corpus. Faire
corps avec le crayon, la force et l’émotion, mais aussi à mi-corps. Se défaire.
Bien avant, le corps.
Cuando observamos las
obras de Hélène Crécent imaginamos un cuerpo que está siendo desarticulado para
hacer de él un “algo nuevo”. “Se quitó el brazo derecho desde el hombro y, con
la mano izquierda, lo colocó sobre mi rodilla”.[1]
No sabemos bien de qué se trata. Pero seguidamente, los órganos y las partes
del cuerpo despedazado son abrazadas amorosamente, se recolocan como piezas de
un nuevo cuerpo. Habituados a la representación que Crécent desarrolla de un
torbellino de pasiones que se envuelven en la violencia del abrazo, ahora es
este el que se vuelve tierno y mimoso como en la serie Corps et Objets. El abrazo acoge con su fuerza los zapatos que
parecen haberle sido arrojados, introduce los dedos en esas bocas llenas de
dientes. Te croquer à pleines dents!
O pequeños mordiscos.
Podríamos hablar de un cuerpo donante, puesto que dona las
bondades y las perversiones de la carne. Ofrece sus miembros a una ceremonia
subrepticia en la que quedan unidos. Los cuerpos de Crécent entran en una mitopoiesis donde se sacralizan en un
acto ritual de creación de la artista. El cuerpo hecho jirones no puede
compararse con la cultura del cuerpo-templo, sino que gira en una danza litúrgica
en la que se practica un sortilegio de empoderamiento. Órganos diseminados,
semillas orgánicas de las que nace un brazo, una pierna, o un seno como una
rama, una raíz o un fruto. Y de nuevo, caricias y deseo, misterio y
autoerotización (Corps à Corps),
porque una mujer es otra mujer. Y una mujer es, también, un cuerpo de mujeres.
En ocasiones estos pedazos de cuerpo u objetos parecen
sugerirnos un uso protésico de estos: un órgano ajeno sustituye a uno de origen
que perdimos. Sin embargo, la repetición de ese brazo, de ese seno, las bocas o
las “manospies” se entenderían como una suerte de suplemento à la manière derridiana: un órgano a
medio camino entre lo interno y lo externo. La juntura de unos órganos-símbolo que
ya no se identifican con el miembro que anteceden, sino que se superponen o
añaden complementándolo (Serie Connections).
Por eso, los cuerpos de Crécent son transhistóricos: mezclan figuras reales y
mitológicas enriqueciendo los niveles de lectura. Y además, puesto que el
cuerpo es lenguaje y el lenguaje es cuerpo, inviste a este un alfabeto híbrido.
Cuerpos y objetos, conexiones encriptadas. El cuerpo, todo. ¡Se abre a mí!
De esta manera, el lenguaje de los dibujos de Crécent
atraviesa el cuerpo mudo, in-fans/enfance, para dotar a cada parte, a cada
objeto de un símbolo polifónico. La danza delirante de pedazos de mí, de ti, de
ella. El posicionamiento alterado de las articulaciones corporales se aprecia
en las obras donde contrasta la fuerza del trazo y el color con lo frágil o
efímero del papel. Contraste que observamos de nuevo en L’esprit des mâles: machos que son niños. El cuerpo, signo abierto;
la fuerza del espíritu y la sensibilidad del vínculo de todos ellos.
[1]
Kawabata, Y., “El brazo” en La casa de la bellas durmientes,
Barcelona, Caralt, 1989.
Corps à corps 2
234x160cm
Pastel al óleo y óleo sobre papel de patronaje
Corps & objets 1 y
Corps & objets 2
100x70
Mina de plomo, pastel al óleo y óleo
Texto con motivo de la exposición Hélène
Crécent de Hélène
Crécent en la Trentatres Gallery (Valencia). Del 26 de marzo al 24 de abril
de 2013.
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