Entrevista
con motivo de la exposición N de
Daniel Palacios para MAG (Mustang Art Gallery), Elche, 2012.
Sinfonía en clave de “N”. Entrevista a Daniel Palacios.
Por Johanna Caplliure.
N, o ese número impreciso de veces que se repite una acción, se
conforma como un estudio de la percepción del paso del tiempo a través del
sometimiento de los cuerpos, los materiales y los objetos a una serie de
iterativos movimientos que reconfiguran a estos mismos. Los proyectos de Daniel
Palacios oscilan entre la obsesión por el registro cuidadoso de los efectos del
paso del tiempo en la realidad sensible y la visualización subjetiva de estos.
Para comenzar me gustaría que nos relataras de manera sucinta cómo te
sitúas ante la encrucijada de la obsesiva objetividad del dato y la
subjetividad de la experiencia.
Soy principalmente visual,
recuerdo imágenes, pero mi memoria me miente constantemente y con el paso del
tiempo esas imágenes pasan de ser una realidad a un recuerdo alterado en el que
la imagen se conforma más como me gusta recordarla que como sucedió en
realidad.
Recientemente he empezado a
trabajar con datos, en tanto que estos se mantienen constantes a lo largo del
tiempo, sin embargo hoy puedo interpretar ese valor de una forma y mañana de
otra muy diferente -es una cuestión personal y muy subjetiva. Su visualización
cambiará, pero el valor siempre será el mismo -un cinco siempre será un cinco
independientemente de cómo se represente-; el signo siempre se mantendrá fiel
al dato que le da forma en el mundo real. De ahí que a la hora de elegir la
representación de esa información juegue más con la subjetividad que con la
precisión, alejándome de un gráfico estadístico y acercándome a la
visualización de una experiencia.
Tras los resultados obtenidos en tu investigación para N, ¿podrías explicarnos de qué manera se
nos ofrece esa sinfonía mecánica, ese juego de iteración en los objetos que has
escogido?
En este caso, al ser una
cadena de producción, todos los pasos están enlazados dependiendo uno del otro.
Por ejemplo, si en una máquina se cortan mil piezas al día, y la siguiente ha
de hacerle tres troqueles, esta última hará su función tres mil veces cada día.
Para trabajar con esos números no necesito estar presente, ni tan siquiera
colocar sensores que me faciliten obtener información simultáneamente en
diferentes puntos de la cadena, una conversación con la gerencia de la fábrica
me valdría para obtener los números; nada más lejos de la experiencia real.
Es por eso que en este caso
no me centro en la cantidad de veces que sucede una acción, sino en los efectos
de esta. Tal vez aquella máquina que hace su función tres mil veces “sufre”
menos que la que la realiza mil, necesitando esta última un mantenimiento más a
menudo para poder seguir realizando su trabajo; el tiempo les afecta de forma
diferente y es ahí donde este se deja ver.
La precisión en la captura del dato te ha hecho recurrir a apoyarte en
la tecnología y técnicas avanzadas en tus proyectos. Sin embargo, frente a la
posible idea de una fría precisión mecánica, tus trabajos tratan la máquina con
un cierto aire “romántico” e incluso íntimo en cuanto esta se impregna de los
afectos de los usuarios. ¿Qué experiencia relacional tienes actualmente con las
“máquinas”? ¿Y cuál es la que quieres mostrar en N?
Habrás visto en Ikea la
máquina de stress físico para comprobar la durabilidad de sus sofás. Es una
máquina que simula la presión ejercida por una persona al sentarse, es una
forma “rápida” de ver cuántas miles de iteraciones son necesarias para que el
sofá empiece a mostrar desgaste. Es una forma de definir la vida útil de ese
sofá en cuestión, haciendo una conversión de cantidad de veces realizado el
movimiento a cantidad de años de vida útil en una casa de un uso estándar. En
definitiva, una forma de medir el tiempo antes de que suceda. Sin embargo,
siempre que veo esa máquina no me pregunto cuánto resistirá el sofá, sino
cuántos cientos de miles de veces la máquina realizará ese mismo movimiento
antes de mostrar ella misma los efectos del paso del tiempo.
Centrarte únicamente en la
función te hace omitir muchos matices. Prefiero tratar de ver la imagen completa:
qué es lo que pasa en torno suya y cómo pasa, qué relación tiene la gente con
ella, cómo la trata y cómo eso se refleja en ellos. No se trata de humanizar
las máquinas, pero tampoco que ellas nos conviertan en androides.
En esta ocasión, y con motivo del acercamiento a la Fabrica 67 y a
Mustang Art Gallery, utilizas el cuero
como conexión entre los distintos elementos que componen N. Tu interés por la parte más sensual de los materiales, aquella
que parte del quehacer manual y es dirigida a los sentidos, puede ser observada
en el cuidado que otorgas en la producción de tus proyectos, a veces muy
cercanos a la creación de objetos. ¿Cómo has planteado ese paso del registro de
datos a las imágenes producidas para N?
Aunque trabajo con cifras
exactas, considero que mi trabajo no es hacer gráficas de datos, sino
visualizaciones subjetivas cuya veracidad provenga de la sensación que te
ofrecen más que de la exactitud respecto al dato del que hacen referencia.
La fotografía, si bien está
considerada como fiel a la realidad, ofrece gran cantidad de mecanismos para
añadir una carga emocional a la imagen, desde el punto de vista y la lente
elegida hasta el procesado del color. Es por esto que me pareció más
interesante trabajar principalmente con fotografía a la hora de registrar lo
que sucede en la fábrica. Fotografía macro que revele los detalles de las
máquinas, pero sin mostrar las máquinas en sí; trabajando la iluminación como
retratos y dándole el protagonismo a la textura de sus superficies.
El cuero como bien dices es
el nexo de toda la exposición. No solo la máquina que trabaja el cuero repite
su función una y otra vez, el operario se vuelve en parte máquina: memoriza
movimientos y los ejecuta con ella de la forma más eficiente hasta el punto de
convertirse estos en un reflejo. Su cuerpo, con el tiempo, al igual que la
máquina, muestra los efectos de este movimiento mecánico. De ahí la razón de
que haya incluido en la exposición imágenes de fragmentos de cuerpos,
centrándome en las calidades de la piel, dándoles el mismo tratamiento que a
las máquinas.
A nivel práctico, por un
lado, me encuentro ante un exceso de material: tras las sesiones de fotografía
en la fábrica y el estudio tenía en torno al millar de imágenes. Y por otro
lado, a nivel creativo, muchas de estas imágenes decían más al mostrarlas en
una composición. Por lo que
independientemente de que algunas de ellas estén presentes en la sala, el
corpus principal de todo el proyecto se conformará en un libro fotográfico, el
cual me da más espacio con el que trabajar.
Tanto en la exposición como en el libro introduces una serie de
imágenes generadas por ordenador, una serie de dibujos digitales de células.
¿Qué rol desarrollan estas células en N
junto al resto de imágenes de cuerpos, máquinas, cuero?
Se trata de un “extra” que
me ofrece el utilizar un libro como soporte, puesto que me posibilita matizar
creando una sobrecubierta diferente para cada ejemplar, otorgándole su propia
piel. Para ello se desarrolló un software que mediante iteraciones y leyes
físicas generase la evolución de una estructura celular. Realmente estoy
utilizando las mismas ideas sobre tiempo, repetición y cambio que sustentan
toda la exposición transcritas a código informático. Estas imágenes similares
al craquelado de la piel recubren el libro y también pueden verse en la sala.
Para los dibujos que se
muestran en la sala he tratado de mantener la sensación de la precisión de una
máquina, pero con la ejecución de un humano, a la vez que se deja constancia
del tiempo en tanto a la repetición. De esta forma, más que exhibir los dibujos
en sí, lo que me interesaba era mostrar la evolución de estos mientras se están
generando, señalando las partes que permanecen inalteradas durante parte del
proceso en contraste con las que muestran grandes cambios. Esto, que en una
impresión estándar pasaría desapercibido, aquí queda remarcado por el hecho de
que los dibujos dan la impresión de estar realizados a mano, pues están
realizados con bolígrafo, lo cual hace plantearse la cantidad de tiempo que ha
destinado la mano que los ha ejecutado una y otra vez con tal precisión durante
toda la secuencia.
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