La realidad en verde chroma
Penetrar sigilosamente en una
estancia y observar impávidamente los objetos que habitan en él. Recorrer con la mirada el contorno, la forma,
los colores y, ya habituados a estos, hundir las narices exhaustivamente en las
texturas y olores de cada uno de ellos. Lo decisivo en nuestra relación con los
objetos son los afectos que hacen crecer en nosotros y las idées reçues que depositamos en ellos. Queremos que los objetos nos
hablen, nos digan algo más allá de su apariencia, nos confiesen secretos, nos
hagan promesas de eternidad (“Tú siempre estarás ahí”) o nos animen al
recuerdo, aviven la mirada y alienten nuestro deseo de poseerlos. Destinamos a
ellos una creencia numinosa y epifánica. La misma que le damos a una obra
literaria o artística. Sin embargo, ellos se unen “a la inmemorable noche
poblada de muertos”[1];
ellos hablan en el silencio de los muertos.
Cuando nos acercamos al relato de
Flaubert Un coeur simple, que sirve
de inspiración para el artista Carlos Fernández-Pello en la creación de tempête, nos encontramos con la
descripción minuciosa de esos objetos que pretendemos parlantes. Se trata de
descripciones reales y llenas de significado. Empero, a la luz de los pasos de
Roland Barthes en El efecto realidad -donde
trata el mismo cuento de Flaubert-
recaemos en la consideración de que hay un objeto que no sabemos qué es lo que
nos está diciendo y que solo percibimos como “lujo de la narración” o “detalle
superfluo”: el barómetro. En la narración este objeto no nos indica si habrá
tempestad, si la atmósfera será variable o si habrá buen tiempo; nos sita en la
realidad y nos dice: “Nosotros somos lo real”.
En la representación del salón de
Mme. Aubain por Carlos Fernández-Pello, el artista insiste en la interpelación
que el “detalle superfluo”-el barómetro-, emplazado en la narración de lo
¿real?, ejerce dentro de esta. El objeto
que rarifica la escena es el mismo que remarca Barthes. El viejo piano, las
cajas y cartones -incluso la chimenea Luis XV o los dos sillones tapizados- se
convierten en mero atrezzo de lo real, acompañan al barómetro. En el nuevo
salón burgués de Mme. Aubain, el que crea Fernández-Pello, el extraño objeto
interrumpe de nuevo la narración de Flaubert. El mobiliario es pintado en verde
chroma: color que se utiliza en los efectos especiales para construir espacios
de ficción. Coloración de la desaparición. Con él se borran los límites entre
la realidad y la ficción. La ficción de la narración de lo real queda al
descubierto. Y el barómetro se suspende en el abismo de la narración. Y de
nuevo, el objeto nos sume en el mayor silencio.
Texto para el catálogo
de la exposición
tempête de Carlos Fernández-Pello
en la Sala d’arcs de la Fundación Chirivella Soriano (Valencia). Del 10-02 al 22-04-2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario