miércoles, 14 de agosto de 2013

La realidad en verde chroma



La realidad en verde chroma 

Penetrar sigilosamente en una estancia y observar impávidamente los objetos que habitan en él.  Recorrer con la mirada el contorno, la forma, los colores y, ya habituados a estos, hundir las narices exhaustivamente en las texturas y olores de cada uno de ellos. Lo decisivo en nuestra relación con los objetos son los afectos que hacen crecer en nosotros y las idées reçues que depositamos en ellos. Queremos que los objetos nos hablen, nos digan algo más allá de su apariencia, nos confiesen secretos, nos hagan promesas de eternidad (“Tú siempre estarás ahí”) o nos animen al recuerdo, aviven la mirada y alienten nuestro deseo de poseerlos. Destinamos a ellos una creencia numinosa y epifánica. La misma que le damos a una obra literaria o artística. Sin embargo, ellos se unen “a la inmemorable noche poblada de muertos”[1]; ellos hablan en el silencio de los muertos.
Cuando nos acercamos al relato de Flaubert Un coeur simple, que sirve de inspiración para el artista Carlos Fernández-Pello en la creación de tempête, nos encontramos con la descripción minuciosa de esos objetos que pretendemos parlantes. Se trata de descripciones reales y llenas de significado. Empero, a la luz de los pasos de Roland Barthes en El efecto realidad -donde trata el mismo cuento de Flaubert- recaemos en la consideración de que hay un objeto que no sabemos qué es lo que nos está diciendo y que solo percibimos como “lujo de la narración” o “detalle superfluo”: el barómetro. En la narración este objeto no nos indica si habrá tempestad, si la atmósfera será variable o si habrá buen tiempo; nos sita en la realidad y nos dice: “Nosotros somos lo real”.
En la representación del salón de Mme. Aubain por Carlos Fernández-Pello, el artista insiste en la interpelación que el “detalle superfluo”-el barómetro-, emplazado en la narración de lo ¿real?, ejerce dentro de esta.  El objeto que rarifica la escena es el mismo que remarca Barthes. El viejo piano, las cajas y cartones -incluso la chimenea Luis XV o los dos sillones tapizados- se convierten en mero atrezzo de lo real, acompañan al barómetro. En el nuevo salón burgués de Mme. Aubain, el que crea Fernández-Pello, el extraño objeto interrumpe de nuevo la narración de Flaubert. El mobiliario es pintado en verde chroma: color que se utiliza en los efectos especiales para construir espacios de ficción. Coloración de la desaparición. Con él se borran los límites entre la realidad y la ficción. La ficción de la narración de lo real queda al descubierto. Y el barómetro se suspende en el abismo de la narración. Y de nuevo, el objeto nos sume en el mayor silencio.

El objeto invisible, aquel que trasciende sus apariencias, hace de su carácter enigmático su envite. En la obra de Fernández- Pello la transitoriedad del objeto: el paso de tempestad a buen tiempo, de realidad a ficción, de la sobre-significación al misterio absoluto nos sitúa en un extraño horizonte de expectativas. Puesto que el objeto trae consigo la más extrema de las alienaciones, el temor a lo críptico. Sin embargo, un giro insospechado hace que el barómetro marque tempestad. Y la atmósfera de la estancia se apodera en arrebato de sus objetos anunciando la inminente tormenta.


[1] Genet, J., El objeto invisible, Thassàlia, Barcelona, 1997, p. 35.



Texto para el catálogo de la exposición  tempête de  Carlos Fernández-Pello en la Sala d’arcs de la Fundación Chirivella Soriano  (Valencia). Del 10-02 al 22-04-2012.

No hay comentarios:

Publicar un comentario