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domingo, 4 de enero de 2015

¿Qué escondes, Miguel Rael? Auspiciar la eternidad mientras hay un mundo que se acaba.

 
Miguel Rael, La mésentente, 2014


Auspiciar la eternidad mientras hay un mundo que se acaba.

Desde hace algún tiempo cuando observo las obras de Miguel Rael me pregunto por la posibilidad de describir el derrumbamiento. El proceso que se debate entre la demolición y la caída. Un trayecto entre la pasividad de ser derrocado por algo o alguien y el activo de desplomarse uno mismo. Pareciera que el fin es el mismo: precipitarse al suelo. Sin embargo, el desplome es la rendición de uno. Nadie te empuja al vacío, sino que tú elijes lanzarte. A pesar de que conoces que no habrá marcha atrás. Se trata, pues, de “(l)a paradoja de un abismo que se encuentra en y con otro abismo”.[1] Consideramos el mundo en un inagotable desacuerdo en su diálogo infinito con la vida, se trata de El desacuerdo de Miguel Rael (Lorca-1974), la última exposición del artista en Valencia.

Miguel Rael, Manifiesto, 2015. Foto: Nacho López Ortiz
Miguel Rael, Manifiesto, 2014.
Todo proceso de demolición conlleva la pervivencia de las ruinas. Cuando me acerco a las esculturas (serie Manifiesto y ensamblajes a los que se suma imagen y pintura) de Miguel Rael, me dispongo a habérmelas con esa idea de una abstracción de lo real donde lo concreto se desvanece hacia lo contrario en una anomia de las partes. Son los manifiestos del artista; una suerte de antimonumento en el que la ruina del “memorial” se presta a la transitoriedad del post-materialismo. Las peanas de nogal avanzan la diferencia que atenderá la pieza en su totalidad en su régimen de planta monaica. Es decir, que separa los géneros. El gusto para los sentidos que produce la madera se deslinda de la piedra a la que da soporte. Los ojos se enconden en el cemento, salen las ropas, se viste el anti-pedestal. El cemento no se presta al paso del tiempo. Su dureza escultural impresiona la maleabilidad del soporte. Al punto que la exploración de Rael sobre el cambio de régimen de las materias retorna en estas piezas. Si bien nunca lo ha abandonado, en ocasiones su sutileza lo ha escondido. Las ruinas en la demolición son como la antiforma primera, aquella en la que se aventajaba Robert Morris, en la desmaterialización de la obra para alojarse en el Realismo Especulativo; manifiestos del desacuerdo, una vez más.


Miguel Rael, Manifiesto, 2015 (detalle).


También Miguel Rael parece ocultar la visibilidad directa de las cosas. Sus lienzos elásticos y negros a lo Soulages, como me gusta decirle, se abren en un espaciamiento a la nada. Es decir, una evasión del conocimiento en la forma concreta y que rompe el sentido de cuadro en la gravedad de la antipintura. A saber: escondiendo la pintura si no raptándola igualmente. Pero, ¿qué escondes, Miguel Rael?¿Por qué esa necesidad de huida de lo real? La ruptura del poder de lo visual, o eliminación de la visión en la oscuridad de la noche del lienzo es la forma más radical de indagar sobre la experiencia de lo Real. “Tenemos sed de infinito”, grita Santiago López Petit.

Miguel Rael, Manifiesto, 2014.
Y, en ese acercamiento entre lo antivisual de algunas de sus piezas con cierta tradición postminimalista y una ontología orientada al objeto (el OOO de Graham Harman para más aclaraciones), emerge lo que he definido en el campo de la crítica de la autobioficción en torno al trabajo de Miguel Rael como autoficción conceptual. El ejemplo claro se expondría en sus fotografías y su vídeo La mésentente en el que la metáfora viva, el concepto rebasa su figura para vivir la vida de uno. En este caso la metáfora es aquella en la que una navaja butterfly coreografía los pases de la balysong (arte marcial de orígenes en los mares del sur de China) en un movimiento de diálogo y disputa. La mésentente deriva de la noción de desacuerdo del filósofo francés Jacques Rànciere por la que la disputa o desacuerdo va más allá de no estar conforme al contrario: excede la forma del “contra” para ejercer una tercera figura política, personal e íntima. Se trataría de la presencia indetermina del que no puede acordar el contrato de diálogo porque sus capacidades no se integran en este. De ahí, las consideraciones sobre que su trabajo excede la fuerza del concepto para orientarse hacia la propia autobiografía exteriorizada en las relaciones de perpetua disputa con el otro. Finalmente, contrariar, contra-decir o llevar al desacuerdo sería en la obra de Miguel Rael la mayor encarnación política del infinito y la nada.
 Miguel Rael, La mésentente, 2015.

Johanna Caplliure
Crítico de arte, filósofa y comisaria



[1] López Petit, Santiago, Hijos de la noche, Barcelona, Bellaterra, 2014, p.52.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

“EL AULA INVERTIDA. Estrategias pedagógicas y prácticas artísticas desde la diversidad sexual”. Edición del libro

“EL AULA INVERTIDA. Estrategias pedagógicas y prácticas artísticas desde la diversidad sexual”.
Edición del libro del grupo Fidex con motivo de la exposición "EL AULA INVERTIDA" en la Fundación La Posta. Del 13 de noviembre al 13 de diciembre de 2014.

El libro se puede descargar en el siguiente link.
 



Además, incluyo el texto de la video-presentación de la publicación que se realizó el 11 de diciembre de 2014.

"Hola, un saludo a todas.
Para esta presentación no presencial he escrito unas líneas que me permito leer a continuación.

Gracias por contar conmigo en este proyecto liderado por el grupo FIDEX a María Tinoco, la comisaria y a la Fundación LaPosta y, por supuesto, en la edición de esta publicación hija de su tiempo. Un libro hecho en su tiempo y para su tiempo. ¿Qué quiero decir con esto? En ocasiones los pensadores, investigadores y críticos culturales nos preguntamos por el devenir de una idea, una reflexión, una obra o una manifestación determinada. Nos demandamos si tiene sentido en nuestro tiempo, si es aventajada, si ha quedado obseleta o demodé, pertinente a la moda de un cierto momento o tendencia. Pensamos en cómo ha envejecido, creyendo que el paso del tiempo y de la Historia hace que este producto cultural cambie junto con la mirada de la generación que la lee.
En otras ocasiones consideramos la perennidad de las ideas, como algo ab eterno, sin condicionamientos: hablamos de la obra de arte universal, la obra maestra, parece no cambiar en cualquier tiempo y situación. Y, sin emabargo, la postmodernidad en la que nos hemos criado algunas nos incita a pensar en cierta relatividad, en cierto deseo de consumo, mutabilidad, celeridad del paso del tiempo y obsolescencia de los objetos que nos rodean hasta llegar incluso al sentido de nuestras vidas y, por tanto, nos hace pensar también en un conocimiento situado. O, quizá, en la situación del conocimiento.

Este libro, sus textos, sus impulsos creadores, sus pulsiones desiderativas y sus reflexiones no podrían haber tenido lugar en otro momento ni anterior ni posterior. Heredera de las luchas feministas y homosexuales, de los compromisos políticos de colectivos, agenciamientos y sujetos empoderados, es significativa de un tiempo en el que las libertades, al menos en Occidente, se han podido extender a los discursos y prácticas para habitar el cuerpo, tu cuerpo, mi cuerpo. Un cuerpo otro. Como decía en una época anterior este libro no habría tenido cabida,  ha sido necesario un tiempo y una historia de lucha para que hoy día el cuerpo de un sujeto y el sujeto de un cuerpo pueda vivir en toda su potencia inextingible. En una época en el que un artista puede cuestionar la verdad del saber, de los discursos de conocimiento y de poder, que un profesor puede hablar abiertamente de su sexualidad y animar a sus alumnos al “Sapere aude” destronando la raíz del tiempo de las Luces sin ser procesado por “corromper a la juventud”.
Pero este libro tampoco es de un tiempo venidero, puesto que en una cierta esperanza algo aterrada, todos los que nos fijamos y vivimos estas cuestiones en nuestros cuerpos y discursos y prácticas, lo que deseamos es que este sea un tiempo para un futuro mejor, que sea nuestra herencia para un momento más dispuesto a que las diásporas mantengan su vida y obra en la nuclear figura del exceso que no es otra que la de un cuerpo político en continuo intercambio y sin desenlace.

El pensar en la relevancia de un libro temporal, expuesto a un tiempo actual y preveer su ocaso no es en absoluto una idea negativa.

Nuestras miras, la de este libro, la de estos artistas, maestros y activistas: Daniel Tejero Olivares (Director de FIDEX), O.R.G.I.A: Carmen G. Muriana, Tatiana Sentamans, Bea Higón y Sabela Dopazo, Juan Francisco Martínez Gómez de Albacete, Imma Mengual, Javi Moreno, Raquel Puerta Varó, Lourdes Santamaría Blasco, David Vila y Mª José Zanón Cuenca, y las mías propias como investigadora de las identidades en diáspora, nómadas, marginales, transgresoras y transgredidas, son las de preparar un espacio provisional para la vida en su magnitud y en su forma más inexplicable pero inextricable a su esencia: el deborarse en su finitud y en su disposición hacia la totalidad. Es decir, en ser todo y nada en todo momento.
Una forma de vida solo entendible en su situación o acontecimiento. Un cuerpo y una vida dispuesta a lo que acontece, pero también a lo que se acontece en sí misma: en sus deseos, en su vida soñada, proyectada y desobrada. En esa imposibiidad de realizarse en lo irrealizable. Puesto que solo en lo revocable adquiere su poder para luchar con las fuerzas de las tendencias y así impresionar sus inclinaciones en la dulzura de un cuerpo dócil, pero potencialmente disconforme.
Por eso, de nuevo, insisto en esta hija, publicación de nuestro tiempo y cuerpo abierto a ser escrito ayer, leído hoy  y reescrito mañana. 
Deseo que esta publicación alcance la lectura de muchas y que sea reescrita en el tiempo de nuestro cuerpo.
Johanna Caplliure"