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domingo, 22 de junio de 2014

El afuera de la política



El afuera de la política
Johanna Caplliure


Hechuras de las que somos cómplices y partícipes, modos que nos dotan de anclajes e historia y política ¿para todos? Parece que poco o nada queda por decir y saber de las estructuras de gobierno cuando constantemente hablamos de democracia, de estado constituyente o de nación-estado, así como de sociedad civil. Y no obstante, los debates y opiniones sobre la inoperancia de ciertas instituciones se repiten bajo esa misma constancia, pero sin medir las formas en las que se dan dichas estructuras. No nos preguntamos por qué tienen esa forma o por qué se administran de esa manera o por qué actuamos de forma casi “innata” ante ellas. Y es entonces, pensando en Michel Foucault y sus investigaciones sobre la arqueología de las estructuras de poder, cuando me acerco a valorar los servicios públicos- por ejemplo- como una configuración más allá de las instituciones disciplinarias y no-disciplinarias, las leyes, las normas, los discursos y las tecnologías. Puesto que  “por todas partes hay marañas que es menester desmezclar”[1] y es en los servicios públicos donde encontraríamos una definición con la que analizar el “dispositivo” que el filósofo francés asienta en su pensamiento. De hecho, Gilles Deleuze que es capaz de poner de relieve los entramados filosóficos de Foucault me alienta, releyendo en ¿Qué es un dispositivo?, a tomar estas consideraciones al entender el dispositivo foucaultiano como un compuesto de líneas de fuerzas que en el caso de los servicios públicos se cruzarían entre lo económico, lo social, el cuidado, la educación, la cultura, la seguridad, los recursos, la movilidad, el hábitat y la convivencia, y, por supuesto, la comunicación. Por tanto, este dispositivo llamado aquí “servicios públicos” sería el conglomerado de líneas de fuerzas controladas, organizadas y gestionadas por la administración pública para todos.

Este dispositivo concreto, que imprime una serie de reglas, costumbres e instituciones, desde una instancia exterior y que se extiende en cuanto a su interiorización como creencias y valores en los individuos empapando lo más íntimo, perpetúa en el sujeto como forma de vida social mecanizada donde la política se impone y todo queda inmerso en sus juegos de poder. La manera en la que este dispositivo actúa en el interior de nuestras relaciones, en los mecanismos y en los juegos de poder, quizá sea la cuestión más importante que investigar. Así, si observamos en el lenguaje este constructo -entendido este, desde época clásica, como el primer dispositivo- alcanzamos a discernir cómo funcionan las relaciones de saber-poder. A saber: dictaminando instancias de conocimiento y poder en torno al orden del discurso.
De hecho, si nos introducimos en el mapa sonoro de Oswaldo Macía, Something Going on Above my Head, escuchamos como un concierto de pájaros construye un diálogo transfronterizo, puesto que rompe con las barreras geográficas de los cantos de las aves al traerlas en composición musical. Se muestra una nueva construcción jerárquica basada en la pieza orquestal y no en los orígenes expuesto por los estudios ornitológicos o los archivos naturalistas. El discurso estructural establecido es desplazado a otro terreno. Macía trae en el lenguaje de los pájaros, en el piar, en el graznido, cacareo, ulule, gorjeo, trino o arrullo, un dispositivo en el que cuestionar la relación poder-saber: explora conocimientos desplazados en los que por el cruce de cantos se pone en choque las instituciones tradicionales con las posibles formas de construcción de subjetividades. Los diálogos se amparan en la modulación de las aves que transforman las relaciones sociales entre el individuo y la colectividad.


Si el lenguaje es el primer dispositivo y en él podemos estudiar los engranajes del binomio saber-poder a merced de una subjetividad, también es el lenguaje el que en su hiancia nos descubre un afuera. El lenguaje de este afuera parece bañado por el teatro del absurdo: el dispositivo se presenta bajo formas desbaratadas en su mecanismo que pretenden interrumpir el flujo de las líneas de fuerzas constantes. Así podemos comprenderlo en el trabajo performativo y poético de Bartolomé Ferrando. Sus prácticas bordean el tiempo presente activando y actualizando el discurso. El verbo es aprisionado entre sus labios, eruptado en fonismos, susurrado en pensamiento, infundido en la materia y machacado entre los dientes. A la desesperación de la pérdida de la lógica se suma una aparente demencia o extrema patología ante lo coherente. La sin razón aflora como musitado dispositivo con el que contravenir la lógica de estado.




Sin embargo, no hay manera más combativa con la que hacer explotar la maquina de gobierno que mediante la máquina “profana”. La máquina-dios Moloch es amenazada por una serie de pequeñas máquinas que difieren de la consagración del dispositivo. Estas se aproximan al uso de todos a través de su forma de artilugio disparatado de fuerzas incontroladas. Las máquinas de Bimotor, el “contradispositivo” que anunciara Agamben, rompen la subjetivación volviendo al ser. Aquí no cabe la naturaleza rota de un ser-máquina, ya que las máquinas funcionan mediante un mecanismo, pero de movimientos inesperados que genera un extrañamiento en el espectador que participa en su activación. Las máquinas imposibles de Bimotor derivan de una aparente avería del turbo, el dispositivo parece estropeado y, sin embargo, es en su vida en la paráfrasis de la ilógica mecánica donde  estos artefactos de la paradoja habitan en constante batalla cortocircuitando los sacrificios a Moloch.

Todos estas prácticas traen a la luz el extrañamiento de la política. Las formas de hacer, las que nos hacen, también tienen su lugar en el afuera de la política, en lo político. Allí donde podemos hallar formas por nacer.







[1]  Deleuze, G. “¿Qué es un dispositivo?” en Michel Foucault, filósofo, AA.VV., Barcelona, Gedisa, 1999, p.157

Exposición Ver Visiones. Reinterpretando el presente
LaVAC
Comisarios: Álvaro de los Ángeles y José Luis Pérez Pont
Centro del Carmen
Bartolomé Ferrando (Galería del Palau) / Bimotor (Galería Aural) / Oswaldo Maciá (Galería Espaivisor)
CIS: El funcionamiento de los servicios públicos



martes, 25 de marzo de 2014

Componer en el tiempo. Jornada de reflexiones sobre la práctica artística feminista.



COMPONER EN EL TIEMPO
Proyecto comisariado por Johanna Caplliure para Mustang Art Gallery.
14 de marzo de 2014 al 28 de abril de 2014. Elche (Alicante)
Dentro del Festival Miradas de Mujeres.


 JORNADA DE REFLEXIÓN SOBRE LA PRÁCTICA ARTÍSTICA FEMINISTA
 24 de marzo 2014. Elche (Alicante)

          Conferencia: Esther Ferrer. La (re)acción como leitmotiv. 
          A cargo de Carmen Muriana
 

A lo largo de la conferencia, Carmen Muriana expondrá las principales vías de actuación desarrolladas por la artista española Esther Ferrer: la artístico-pedagógica, la feminista-activista y la periodística y su confluencia en la actuación artística. Es decir, cómo los intereses e inquietudes personales de la artista de acción se destiñen, a modo de reflejo auto-biográfico, en su modo de trabajar y en su abundante obra. Esther Ferrer se ha asentado como el paradigma en las paradojas de los discursos y estudios de género en el Estado Español lo que la convierte en una figura indispensable para reflexionar sobre la cuestiones relativas a la acción política, a la actividad artística, a la protesta en primera persona y a las polémicas subyacentes en el contexto “arte” y mujer.
 


               Mesa redonda:  Danzar la historia. Cuerpos que hacen historia e historia de los cuerpos.
               A cargo de Johanna Caplliure y Hélène Crécent.

Componer en el tiempo tiene como uno de sus puntos de arranque el homenaje a artistas mujeres cuya práctica artística ha sido oscurecida a lo largo de la historia. Como podremos vivir en la exposición, el homenaje se convertirá en una celebración coreográfica a través de la obra de Hélène Crécent haciendo de este algo vivo, festivo y lúdico. En esta conversación entre la comisaria y la artista se pretende poner de manifiesto muchas de las claves sujetas a la exposición como a la práctica feminista en el arte y que se vislumbran en las piezas expuestas.
  



        

sábado, 12 de octubre de 2013

Incurrir en lo imposible, el encuentro




Incurrir en lo imposible, el encuentro
 
Desde hace algún tiempo podemos medir las relaciones que se nos dan -ya sean sociales, económicas, políticas…- bajo la sintomatología de un “estado de excepción”. Vivimos fuera de la regularidad que la tradición y la historia nos imponía. No obstante, la cuestión de la excepcionalidad nos sitúa en un orden mundial que opera a gran escala y se instala en la vida cotidiana de todos. De aquí que la práctica más habitual en nuestro entorno sea la de alzar barreras profilácticas contra todo aquello que suponemos agente patógeno para la conservación de nuestras vidas.
Así pues, observo que el orden opera bajo la inmunidad y vulnerabilidad de ciertos barrios. La inmunidad parece un gesto de protección pero en realidad no es más que la exclusión del resto. Es decir, de la vida en comunidad. Pienso en como se presenta un barrio que es enfermado, bajo el supuesto de inmunidad, hasta la expulsión de la red de convivencia por miedo al “contagio”. El barrio puede ser Velluters, pero también -en otros momentos o al mismo tiempo- lo es el Cabañal, la Malvarrosa, o Ruzafa por ofrecer algún nombre. Estos barrios se presentan sujetos a un estigma: el contagio al otro. Pero igualmente, en el interior del barrio los vecinos adoptan prevenciones ante el riesgo de salir afuera, de vivir en comunidad. Así, la ley imperante es el miedo y el malestar instilado en nuestra experiencia.

Nuestras vidas se han vuelto pobres, nuestra experiencia se ha empobrecido. De esta misma manera, Walter Benjamin describía la vuelta muda de los soldados en la 1ª Guerra Mundial, así como la vida en las ciudades que destruidas se enfrentaban a los cambios técnicos, mercantilización extrema, totalitarismos… bajo el mayor de los silencios; aquél que se da con la pérdida. Hoy mismo hablamos de la pérdida de nuestros hogares y vidas: expropiación y degradación de un barrio, pero también de nuestra dignidad. Todas éstas son formas de dar nombre a la precarización de la vida.
La lucha ya no es contra un “esto es lo que hay”. La vida nos dice que realmente “esto no es sólo lo que hay“, sino que lo que hay está por venir. Este devenir no es un venir-esperanza, venir-utópico, venir-resignado. Sino que para nosotros es un salir afuera de nuestras vidas- que no es otra cosa, como decía anteriormente, que vivir la experiencia de la comunidad.

Por todo esto, siento – abandonando cualquier ideal comunitarista- que el mayor riesgo y foco de contagio que debemos asumir es el de la propia comunidad. Una comunidad que como muchos han intentado definir (Nancy, Blanchot o Esposito) no es fácil de presentar como tal, ya que su mayor secreto está en su imposibilidad constitutiva. Sin embargo, es esta comunidad imposible la que me hace creer que todavía existe la posibilidad para cambiar.

Cuando pienso en esta comunidad lo hago desde la imagen potente que el dramaturgo y director de teatro Jerzy Grotowski ofrece sobre la experiencia del actor con el público: la experiencia del encuentro. El encuentro es un breve acontecimiento intenso, eficaz y, a veces, incomprensible al situarse fuera del orden establecido.
En estos barrios el encuentro viene, en ciertas ocasiones, inducido por la rehabilitación de ciertas zonas con jardines, plazas o también edificios públicos y privados que intentan reavivar las relaciones vecinales. En algunos casos estos elementos facilitan la regeneración del movimiento entre las personas, aunque es cierto que no es suficiente. El encuentro en su mayor vivacidad se da de otra manera: por medio de las pequeñas acciones de cada día. Por este motivo, me gusta pensar en que existen algunos espacios como lugares para la activación de la comunidad. No se tratan de espacios determinados por una acción de antemano, sino de un fluir de la vecindad. Todos sabemos bien que la vida no se hace en los espacios que se nos designan para convivir, sino que la vida fluye por cada uno de los callejones, esquinas, solares, tiendas, grietas en los que nos aproximamos al otro.
Por lo tanto, salir a la calle, celebrar una fiesta, hablar con el que pasa, compartir el malestar; en fin, interrumpir el movimiento cotidiano por el fluir de la vecindad es una posible propuesta de activación de los espacios a partir de este nuevo intento de comunidad.

Después de esto, podemos decir que el encuentro es la comunidad, un “nosotros”, que se traduce en el intento de “hacer barrio”, recuperar una forma de vida, rescatar la dignidad, perder el miedo, querer vivir.



Artículo escrito para (sic), un proyecto de Álvaro de los Ángeles.
(sic) societat i cultura es un proyecto expositivo/editorial realizado para el MUVIM, Valencia, 3 de diciembre de 2009 – 18 de febrero de 2010. Publicación sobre el barrio de Velluters, Valencia.
El número está también descargable en:
http://www.societaticultura.org/wp-content/uploads/2009/12/sic_021.pdf
Diseñado por ESTABLIMENT.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Implosió Impugnada 8: ¿Una dulce disrupción del cotidiano?


Texto escrito con motivo de la publicación del catálogo Perifèries 2007. Territori GPS versus Lloc sense ruta,  UPV, Valencia, 2009. El texto se escribió en el verano de 2007 tras la acción que da origen al mismo: Implosió impugnada 8.  


IMPLOSIÓ IMPUGNADA 8: ¿UNA DULCE DISRUPCIÓN DEL COTIDIANO?

“(…) Estamos consagrados históricamente a la historia, a la construcción paciente de discursos sobre discursos, a la tarea de oír lo que ya ha sido dicho.
¿Es fatal, por lo mismo, que no conozcamos otro uso de la palabra que el del comentario? Este último, a decir verdad, interroga al discurso sobre lo que éste dice y ha querido decir, trata de hacer surgir ese doble fondo de la palabra, donde ella se encuentra en una identidad consigo misma, que se supone más próxima a su verdad; se trata, al enunciar lo que ha sido dicho, de volver a decir lo que jamás ha sido pronunciado. En esta actividad de comentar (…) se oculta una extraña actitud con respecto al lenguaje: comentar es admitir por definición un exceso de significado sobre el significante, un resto necesariamente no formulado del pensamiento que el lenguaje ha dejado en la sombra (…)
                                     FOUCAULT. El Nacimiento de la clínica.

Quizás, una gran parte de la tarea del crítico de arte esté en comentar el exceso de significado que queda en la sombra ya no del lenguaje, como expone Foucault, sino de la obra de arte. Quizás, éste sea ahora nuestro cometido con la escritura de este texto: pretender “comentar” o buscar esa exuberancia de sentido que toda obra posee.
Sin embargo, también es nuestro deber entender trabajos como los de nuestro artista, obras que se bastan per se para mostrar sus concepciones fundamentales, sin la necesidad de un texto ilustrativo. Aun así, nos es inevitable como críticos hacer uso de nuestra hermenéutica crítica para dar testimonio escrito de esta creación.
De esta manera, nuestra pretensión no será extendernos en redundancias sobre el proyecto teórico y artístico de Rafael Tormo i Cuenca ya que los textos que preceden nuestra labor son buena muestra de la consistencia de este proyecto y  de la buena forma de cómo “comentarlo”comc[1]. Por eso, nuestra intención será, dentro de este exceso de significado de la obra, procurar mostrar otras posibilidades de enunciación que se concreticen a su fin en el último trabajo de Rafael Tormo: Implosió impugnada 8.

Entonces, sujetos a nuestra crítica hermenéutica nos dispondremos a señalar dos líneas operativas con las que analizar la obra completa de Tormo, así como su último trabajo. Por un lado, contemplamos su obra dentro de la tradición artística que entiende, en palabras de José María Parreño,“la obra de arte como crítica de arte”[2]. Y por otro lado, mostraremos este trabajo como el cuestionamiento del “artista como etnógrafo” idea que arguyó Hal Foster en su famoso ensayo[3].

Para comenzar, hablaremos de esa faceta crítica de Rafael Tormo. Su labor crítica se conforma como espacio de disentimiento de la cultura oficial, las instituciones, y el mercado del arte con sus figurantes, que, como todos conocemos, conforman esa gran mise en scène avalando su actividad bajo el título del estatuto del arte. Bajo este aval de autonomía parece sostenerse una parafernalia con la que nuestro artista no se siente muy cómodo. En una ocasión, hablando con Tormo, me confesó que se sentía como el protagonista de la novela/nivola de Miguel de Unamuno, San Manuel Bueno, mártir. Es decir, escéptico ante el mundo del arte. Entonces releyendo  la obra unamuniana empecé a entender ese desasosiego que ambos: Don Manuel Bueno (el cura protagonista de la novela) y Tormo, padecían al enfrentarse ante una entidad autoritaria (en un caso: la fe ante los misterios de la Iglesia y la religión católica. Y en el otro, ante los entresijos del Arte).
Tormo mantiene con el arte una relación cuasi-mística que se expresa en un deseo de comunión entre sus trabajos y el público, de la misma manera que Don Manuel con sus feligreses. Pero, mientras uno duda hasta el agotamiento existencial haciendo creer a sus fieles la doctrina que cuestiona; el otro no comulga con sus devotos en una creencia falsa, sino que haciendo uso de su escéptica visión se pone en acción como agente desestabilizador social. Si ambos comparten esa mística por vivir la vida profundamente, aunque bajo dudas cartesianas, uno se queda con Dios como garante de existencia y engaña a su congregación, mientras el otro actúa en los límites del dogma artístico enfrentándose a él como activista cultural.
Frente al sacerdote, falto de fe que intenta dotar de sueños y utopías a sus fieles, Tormo origina una quiebra en la creencia dogmática del arte sin desprenderse, no obstante, de su instrumental artístico[4]: la poética creativa, la imaginación pro-activa, etc.
El artista comprometido, como lo es Tormo, nos muestra como el espacio del arte se convierte en quimera repleta de supercherías (experiencia estética, contemplación del objeto artístico: misterios sacramentales del arte que son legitimados por la autoridad del Estatuto del Arte). El arte durante mucho tiempo ha generado el sueño de la razón. Sin embargo, en ocasiones este sueño produce monstruos que nos hacen enfrentarnos con la realidad, dejando de poseer “creencia de ella” para “actuar sobre ella”. La soñada utopía deja de ser útil como nos muestra nuestro artista, quedando solamente la protesta como actuación  ante el descontento y la resignación.
Este acercamiento hacia la posición de Tormo como agente crítico, dentro del arte y su vinculación hacia una creación social y política, nos hace plantearnos, de nuevo, la situación de la creación artística vinculada a otras disciplinas que complejizan el discurso del autor atendiendo a las necesidades de otros modos de hacer. En el caso de Tormo, vemos una importante impronta de análisis social e histórico en sus piezas que es reinterpretado en forma de rituales festivos que conmemoran: crean memoria (pensaríamos en Implosió Impugnada 3 o Implosió Impugnada 4a y 4b[5]) . Pero antes de pasar a la forma de actuar de nuestro artista, pensemos en las implicaciones que conlleva la adquisición de “nuevos estudios” para los “nuevos discursos”, y así, podremos entender mejor la situación de sus trabajos.
En este caso, y porque creo que los vínculos de estas disciplinas son obvios en la obra de Tormo, veremos que la contribución de la antropología moderna, como nos vislumbrara Susan Sontag sobre el trabajo de Lévi-Strauss en “El antropólogo como héroe”, puede convertirse en una ciencia útil, metódica e interpretativa abierta a un sin fin de posibilidades para el creador (ya sea literario, artístico, crítico,…). Así también, la importancia de la antropología, como generador de nuevos discursos en los estudios actuales y dentro de la situación del arte contemporáneo, fue expuesta por Hal Foster en su The artist as ethnographer (“In our current state of artistic-theoretical ambivalences and cultural-political impasses, antropology is the compromise dicourse of choice”[6]). Es en este ensayo donde Foster nos descubre una idea principal que nos servirá como modulador para comprender mejor la posición de Rafael Tormo como artista: la cultura como texto y el antropólogo como autor. Así, Foster re-sitúa al artista comprometido en un campo de trabajo ambiguo: entre el site specific (lugar para la prospección analítica) y el lugar institucional (sea aquí: museo, galería, estudio,…), advirtiéndonos de los peligros que corre éste, pudiendo convertir su trabajo en un género estético bajo el “patrocinio ideológico” del museo e instituciones culturales. Peligros que atormentan a Tormo y a nosotros también.
Sin embargo, el trabajo del etnógrafo se complejiza cuando participa en la comunidad no como mero observador/crítico sino como propio miembro de ésta. Esto mismo es lo que sucede en el caso de Rafael Tormo: analiza los ritos y posiciones de la tradición, aquellas formas que constituyen una comunidad. Pero además, participa en ella como heredero.
En este caso la sociedad a analizar no es del tipo “primitiva” como la que estudiasen los antropólogos  durante la primera mitad del siglo XX, sino que se trata de la urbana. Entonces la complicidad o el compromiso con el otro ya no es discutible como en el caso de algunos otros artistas-etnógrafos que intentan “introducirse” en una cultura ajena. La autoridad y, por tanto, la distancia con “el otro” desaparece, ya que “el otro” no existe como tal. Este “otro” es uno mismo como participante de la comunidad. Por lo tanto, el trabajo de análisis e investigación del grupo estudiado se vuelca en la profusión de memoria y reencuentro con uno mismo. Nuestro artista-antropólogo no es un analista objetivo que se deja afectar por el grupo humano que investiga, sino que sigue las huellas de su propia formación como individuo dentro de la comunidad. La objetividad es transformada en responsabilidad. La afección y la responsabilidad con el colectivo va con él mismo, puesto que a Tormo le duele su tierra, lo mismo que a Unamuno cuando exclamaba: “me duele España”.
Y es cierto que el trabajo “antropológico” de este artista podría servir como cuestionador de la “nueva” autoridad del etnógrafo. En este caso, la historia contada es la historia vivida por el propio autor. La memoria y la experiencia propia confluyen en el objeto analizado, construyendo un diálogo introspectivo con la historia. Podríamos hablar entonces de una intra-historia: no sólo en cuanto a la biografía del artista sino como  la historia acontecida dentro de la Historia.
Al profundizar en la Historia, en la construcción de ésta a partir de los acontecimientos, experiencias y vivencias acaecidas, Tormo penetra en la cultura popular y la hace suya; apoderándose de su instrumental con el fin de generar: por un lado, memoria. Es decir, mantener los soportes rituales que conforman la colectividad mediante la fiesta y la celebración. Y por otro lado, herramientas para la lucha y la protesta.

De esta manera, vemos en la antropología, como en otras ciencias sociales, el potencial de convertirse en útiles para el discurso del artista activista. No obstante, es el momento de ir cerrando nuestra propuesta y acercarla por tanto al campo de estudio y actuación que nos interesa: el espacio urbano. A partir de ahora, y siguiendo esta línea argumental, podríamos hablar de una “antropología de la calle”, como defiende Manuel Delgado en sus obras y principalmente en Sociedades movedizas. Pasos hacia una antropología de las calles, en la que pretende mostrar “cómo la antropología podría adaptar sus estrategias al tipo de sociedades movedizas que generan esa materia urbana y la hacen singular”[7]. Además, es en esta investigación donde recoge la tendencia subversiva de apoderamiento de la calle, mismo objetivo que practica Rafael Tormo.
La calle, siguiendo los pensamientos de Delgado, se ha convertido en el espacio para ejercer la libertad de la palabra, el derecho a las libertades. Se trata de un lugar donde preservar el derecho público, cuestionar toda forma de autoridad y denunciar  los abusos de poder. Por eso, es el mejor lugar en el que manifestar(se) el/lo colectivo. La manifestación es un acto de reclama o denuncia de una situación. Y que hoy día, podríamos definir de esta manera:“La manifestation de rue comme production culturelle militante”[8]. Pero, la contemporaneidad ha virado estos hechos y ha transformado la manifestación en un dispositivo protocolizado de los valores políticos de la democracia y, por tanto, de la propugna de la modernidad.

No obstante, como ya sabemos, las manifestaciones políticas como toma del espacio público hunden sus raíces en las celebraciones de la tradición popular[9]. De hecho, los lazos que unen manifestación política y fiesta son muchos.  Enumeremos algunos como: la toma de la calle por la colectividad; el uso de un atrezzo especial e indicadores de lo que se celebra (disfraces, comparsas, y carrozas en la fiesta. Y pancartas, consignas y banderas en las manifestaciones); música; y, el mensaje: “Al misatge general que tota festa emet - som!- , la manifestació n’hi afegeix uns altres de més específics, que consisteixen   a afegir-li …i volem, diem , exigim, etc.”.[10] De esta manera, percibimos que la fiesta y la manifestación entroncan con una tradición subversiva  por sí misma: la subversión de la risa y el carnaval, y que como veremos más adelante, serán parte del constructo que conforma el último trabajo de nuestro artista.

Pero ¿qué sucedería si se invirtiesen los papeles en un mismo espacio y tiempo donde manifestación y carnaval se dan juntos? ¿Qué sucedería si estos manifestantes no reclamaran nada? ¿Y si los participantes de la fiesta se convirtiesen en insurrectos por medio de la carnavalización vindicando el uso del espacio público? Todas estas cuestiones quedarían resueltas en Implosió Impugnada 8, dónde Rafael Tormo reinventa la manifestación a partir del instrumental que ha heredado de la tradición popular: la fiesta, los cohetes y la presencia en la calle.

Llegados a este punto, es el momento en que debemos profundizar en Implosió Impugnada 8.
Toda acción comienza con un desencadenante. En este caso se trata de un mueble que dirige la centralidad de la reunión y que el propio artista define como una especie de “caja de Pandora”. El mueble aparentemente inofensivo se transforma en un dispositivo que modula la acción. Al abrirlo se descompone en tres módulos móviles que albergan el material necesario para lo que acontecerá. El primer módulo lleva unos tambores que serán tocados durante toda la marcha como ritmo conductor del pasacalles-manifestación. El segundo porta lo que no debe faltar nunca en la fiesta: la comida. En el último módulo, los disfraces para este carnaval militante: las pancartas y banderas que vestirán a los manifestantes. Y por último, el ingrediente que en toda Implosió no debe faltar: la pólvora. De esta manera, se da salida a la comitiva con una cordà en la puerta del Hotel Chamarel donde durante esos días se ha celebrado Perifèries 2007. Control GPS versus lloc sense ruta. 1º Encontre d’acció i reflexió a la Marina.
Así, todos los ingredientes del carnaval y de la manifestación quedan latentes en la acción camino a la subversión. Todo el colectivo, potencialmente vindicativo, se abandona al devenir de la fiesta. Las calles de Denia se llenan de la luz y el ruido de los cohetes, del olor a pólvora. La gente sale a las aceras y los balcones ante el rugir del carnaval.
Llegados al momento más álgido de la acción, el grupo de manifestantes toman un descanso que se convierte en la más típica imagen del carnaval clásico: el banquete. Descompuesto el mueble se convierte en esta ocasión en “mesa”  (evidentemente, no es una mesa, pero conforma ese papel de unificación para el grupo de manifestantes congregado). Los comensales se acomodan en bancos, bancadas del jardín y de pié en torno  a los módulos. Algunos toman con una mano el bocadillo y con la otra el explosivo. Como en el banquete rabelaisiano la acción no se para en el banquete sino que se dispara de otra manera. No queda ni un minuto de relajo. No durante este banquete. El exceso de pólvora, de risas, comida y bebida desembocan en otra batalla dentro del imaginario grotesco con el que estamos releyendo la acción de Tormo. La batalla sigue entre los huecos de los cuerpos. Algunos tropiezan con otros en su intento sofocante de mantener viva la última chispa del cohete en el banquete, antes de que acabe éste, para retomar la cabalgadura de la manifestación en la calle.
Se continúa la marcha por las calles. La batalla de luz, olor y sonido. El estruendo retoma las callejuelas de Denia hasta llegar de nuevo a la puerta del Chamarel. Puerta y origen, y no fin, ya que la fiesta continuaría como en todo carnaval hasta la mañana siguiente, aunque esto es otra historia.
Una vez más, la pólvora de Tormo nos lleva a los agentes potencialmente subversivos, al devenir de la comunidad que protesta.

Por lo tanto, podríamos decir que con la manifestación carnavalizada se retomaría la calle y se cuestionaría el uso protocolizado de estas marchas; y, con el carnaval militante se otorgaría un fundamento totalmente político a la fiesta, algo que tradicionalmente parecía fútil. El giro que da Rafael Tormo a las expresiones del colectivo amplían las definiciones de ambas situaciones de acción, así como sus resultados, siendo estos últimos mucho más eficaces. Ya que es cierto que “la fiesta y la revuelta están hechas de unos ingredientes que son siempre los mismos o parecidos: fuego, ruido y frenesí.”[11]
Así, podríamos hablar de Implosió Impugnada 8 como una disrupción en la cotidianidad de nuestras calles, de la misma forma lo es la manifestación o la fiesta, ambas implícitas en la propia acción.
Pero, la disrupción del cotidiano por la revuelta no es siempre dulce. De hecho, los motivos para que se de son muy dolorosos: el descontento, desasosiego, abuso, etc. Por eso,  la envoltura edulcorada con que la revuelta y la protesta se cubren, mediante el disfraz de la fiesta, es la mejor estrategia en esta época de tensiones y ansiedades. De esta manera, Rafael Tormo nos proyecta, sin dejar de pisar tierra, hacia un carnaval de ilusiones enfrentándonos de la mejor forma al amargo cotidiano.


[1] A mi forma de ver, tanto  el propio Tormo como el resto de invitados a participar en sus catálogos, durante estos últimos años, han realizado un buen trabajo sobre la obra del artista. Por eso, sólo me queda excusarme y justificar la escritura de este texto, otra vez, en palabras de Michel Foucault para poder así “comentar” su trabajo. “(…) al abrir la posibilidad del comentario, nos entrega a una tarea infinita que nada puede limitar: hay siempre significado que permanece y al cual es menester dar aún la palabra; en cuanto al significante, se ofrece siempre en una riqueza que nos interroga a pesar de nosotros mismos sobre lo que esta “quiere decir”.
Foucault, El Nacimiento de la clínica, Madrid, Siglo XIX, 1999, p.11.
[2]Parreño, J. Mª., “La obra de arte como crítica de arte” en Un arte descontento, Murcia, Cendeac, 2006. Primera publicación en Cuadernos Hispanoamericanos, nº 561, 1997.
[3] Foster, H., “The artist as ethnographer” en The return of the real, Massachussets, MIT Press, 1996.
[4] Las piezas: Implosió Impugnada 1 e Implosió Impugnada 2 nos acercan a la ruptura de los límites entre el espacio artístico y el espacio social.
[5] Implosió Impugnada 3 (2006) tuvo desarrollo en el contexto de la población de Beneixida como un proyecto de integración y recuperación del espacio público por medio de la celebración de una “cordà”. Además, se conformó una peña, Foc seguit, que mantuviese la tradición de los cohetes como una forma de propugnación identitaria. Implosió Impugnada 4a y 4b  (2006) sirven también como un memorial, homenaje, a la historia de la mina de Ojos Negros, lugar dónde se emplaza la acción.
[6] Foster, H., “The artist as ethnographer” en The return of the real, Massachussets, MIT Press, 1996, 183.
[7]Delgado, Manuel, Sociedades movedizas. Pasos hacia una antropología de las calles, Anagrama, Barcelona, 2007, p.19.
[8] Título del artículo del Collet: Collet, S., “La manifestation de rue comme production culturelle militante”, Ethnologie française, vol.XII/2 ,1982.
[9] Recordemos que la manifestación tendría también su sentido litúrgico-religioso en la exhibición de los misterios y la santidad en las procesiones, y por tanto, en las celebraciones públicas en la calle. De esta manera, podríamos entender la manifestación política como un ritual moderno.
[10] Delgado, Manuel, (coord.) Carrer, festa, revolta, Barcelona, Generalitat de Catalunya, 2003, p.125.
[11] Delgado, Manuel, Sociedades movedizas. Pasos hacia una antropología de las calles, Anagrama, Barcelona, 2007, p.179.



martes, 27 de agosto de 2013

Atraco a la realidad


Texto realizado con motivo de la exposición de Rafa Tormo i Cuenca en la Galería Cubo Azul, León, 2008.



IMPLOSIÓ IMPUGNADA 10. ATRACO A LA REALIDAD.

“Lo que se representa como la vida real se revela simplemente como la vida más realmente espectacular.”  
Guy Debord

En 1967 el filósofo francés Guy Debord publicaba un ensayo/retrato de gran crudeza sobre la sociedad contemporánea y que hoy día se vislumbra como paradigma de actualidad: La Société du spectacle. Bajo esta divisa, emblema del 68, las relaciones sociales se ofertan como mercancías de consumo haciendo de nuestras “libres elecciones” meras compras à la carte. 
Por supuesto, una vez más, el arte no queda inmune a este barrido del Capital que hace de la espectacularización la mayor banalización de este. De esta manera, el espectáculo –fuente desmedida de grandilocuencia- transfigura algunos de los iconos más relevantes de la cultura (museos, artistas, galerías,…) en atracciones insertas en la industria del entretenimiento – si no todos, al menos una gran parte de ellos.

Así, Rafa Tormo i Cuenca se nos muestra como un “interlocutor molesto” en un diálogo con la realidad, haciendo de Implosió impugnada 10 un movimiento catalítico de crispación y malestar para aquellos que se presentan tanto dentro como fuera del show business del arte. Para ello, se sirve de uno de los edificios más simbólicos de la moderna ciudad de León -el MUSAC- como “reclamo”, a partir de tres niveles de representación de lo real. El “reclamo”, según Tormo i Cuenca, se precipita como anzuelo para el espectador-consumidor: “cuanto más contempla, menos vive; cuanto más acepta reconocerse en las imágenes dominantes de la necesidad, menos comprende su propia existencia y su propio deseo”.[1] Por tanto, esta primera secuencia de la pieza no trataría de reformular una ontología de la realidad, sino más bien conferir a la imagen una conciencia hipostásica, es decir, un retorno a lo real.  Ya que detrás de esta imagen hiperreal del museo leonés (percatémonos que son las traseras del edificio) no hay nada. La hiperrealidad vacía la imagen de contenido: “el hiperrealismo es más que un engaño del ojo. Es un subterfugio contra lo real, un arte empeñado no sólo en pacificar lo real sino en sellarlo tras las superficies, en embalsamarlo en apariencias.”[2]
Pero, el simulacro hiperreal se fractura con la introducción de una imagen que nos abre el tiempo heterocrónico de la obra a partir de lo que podemos entender como realismo traumático. El fallo de la inasible realidad, hispóstasis invertida del MUSAC: abstracción del concepto de realidad, se disloca por el choque de la imagen experiencial. La representación de una joven que remite a la experiencia del trauma de la vida traspone la percepción de la primera capa (esta, aparente trompe-l’oeil clásico en las artes plásticas) y, en palabras de Hal Foster, “detona la imagen”. Por consiguiente, el exceso de realidad de esta nueva secuencia implosiona el conjunto, haciendo visible el simulacro anterior y desfragmentando la visión en un complejo mosaico de confusión e inestabilidad.
“Silencio: estoy ante la vida. En la habitación de al lado no hay nadie. Nadie ha sobrevivido mucho tiempo en el interior del museo. Los turistas lanzan falsas monedas a una falsa fuente. La vida subida encima del pedestal se ha desnudado dejando ver a todos el cadáver de una palabra.” [3]
Y es cierto que si practicamos ese “inconsciente óptico” que define Walter Benjamin en Pequeña historia de la fotografía apercibimos una tercera capa de realidad; aquella que hace del hombre anónimo, el artista encubierto por la realidad, un animal político con sed de desafío a la vida, lleno del “querer vivir la vida” entendiendo éste como “acto de sabotaje”, siguiendo la terminología de López Petit, o atraco a la realidad.

El objeto desvelado: la realidad.

Para completar la exposición de Rafa Tormo i Cuenca en la Galería Cubo Azul, se exhibirán las dos “implosions impugnades” que preceden a ésta.
Implosió impugnada 8 e Implosió impugnada 9 atienden a la idea que hemos barajado en otras ocasiones sobre la obra de nuestro artista[4]: Tormo i Cuenca como “artista-antropólogo no es un analista objetivo que se deja afectar por el grupo humano que investiga, sino que sigue las huellas de su propia formación como individuo dentro de la comunidad.” Por tanto,“Tormo penetra en la cultura popular y la hace suya; apoderándose de su instrumental con el fin de generar: por un lado, memoria. Es decir, mantener los soportes rituales que conforman la colectividad mediante la fiesta y la celebración. Y por otro lado, herramientas para la lucha y la protesta.”
Así, mientras Implosió impugnada 8, proporciona los útiles para la toma del espacio público en una “manifestación carnavalizante”, Implosió impugnada 9 -nec plus ultra del distanciamiento de la acción popular- se pregunta por el devenir de la colectividad en el constructo particular de lo real.
Por lo tanto e intentando llevar a cabo aquella tarea que Galder Reguera propone (desvelar la obra “a través de la especulación hablada o escrita.”[5]), sólo podemos –paradójicamente- finalizar con las mismas palabras que Ludwig Wittgenstein concluyó el Tractatus: “de lo que no se puede hablar, mejor callar”; o mejor todavía, actuar.


[1] Debord, G., La sociedad del espectáculo, Valencia, Pre-textos, 2005, tesis 30, p.49.
[2] Foster, H., El retorno de lo real, Madrid, Akal, 2001, p. 145.
[3] López Petit, S., Amar y pensar. El odio de querer vivir, Barcelona, Bellaterra, 2005, p.26.
[4] Fragmentos extraídos del texto Implosió Impugnada 8. ¿Una dulce disrupción del cotidiano? escrito con motivo de la exposición del mismo artista en la Galería Rosa Santos, Valencia, Septiembre, 2007.
[5] Reguera, G., La cara oculta de la luna. En torno a la “obra velada”: idea y ocultación en la práctica artística, Murcia, Infraleves, Cendeac, 2008, p.14.